jueves, 20 de febrero de 2014

Historias de la "okupación"




En mi trabajo como tasador durante los últimos años me he encontrado muchas veces con okupas. Desgraciadamente, la situación que estamos viviendo y la pasividad de las autoridades hacen que prolifere esta forma de vida que algunas veces tiene que ver con el infortunio económico de sus protagonistas y en otras ocasiones no tanto.

La semana pasada relataba en nuestra página de Facebook cómo al llegar a un piso de un banco para tasarlo me doy cuenta de que está okupado porque tiene la puerta destrozada y la cerradura forzada. Al preguntar a los vecinos de abajo, también okupas, me confirman que efectivamente el piso está okupado. Antes de salir pitando de allí, pude ver cómo me observaban desde las ventanas.

En otras ocasiones me ha pasado lo mismo. Como muchas veces tengo que recoger las llaves en una oficina y visitar solo los inmuebles, tomo mis precauciones porque las viviendas okupadas suelen estar en zonas conflictivas. Cuando veo las persianas levantadas o la puerta forzada, llamo antes de pelearme con la cerradura y no insisto demasiado.

El año pasado, al intentar acceder a un bloque de viviendas del Puente de Vallecas en compañía del empleado de un banco, empezaron a salir de todas partes un grupo de gitanos que nos rodearon y nos dijeron que no podíamos pasar, porque todo el bloque estaba okupado. No se pusieron violentos, pero su actitud era de total impunidad.

En el barrio de San Cristóbal de los Ángeles la situación es dramática. Bandas organizadas okupan las viviendas de manera profesional para luego “venderlas” o alquilarlas a inmigrantes. Por 1.000 ó 2.000 euros pueden vivir durante un par de años, hasta que se resuelva el proceso de desahucio, sin que nadie pueda entrar en “su” vivienda. Al final de todo esto, los pisos quedan destrozados y los ocupantes se llevan hasta los contadores del agua.

Tal es la situación que muchas entidades financieras no anuncian la dirección de sus inmuebles y evitan colgar carteles de “se vende” para no llamar la atención. Otras veces tapian las ventanas y colocan jaulas en las entradas de las viviendas, reforzadas con imponentes marcos de acero para evitar la patada en la puerta.




Esta semana publicaba El Mundo un artículo sobre los pisos okupados: “El gancho es su precio irrisorio, 19.100 euros. La trampa, sus condiciones especiales: No se puede tasar la vivienda, no se puede ver y hay que pagarlo al contado. La razón es que el piso en cuestión está okupado. El nuevo propietario deberá encargarse de hacer los trámites judiciales necesarios para su desalojo”.

Por mi trabajo he tenido conocimiento de que una importante entidad financiera ha llegado a vender a un inversor un paquete de cinco pisos okupados en San Cristóbal de los Ángeles por un precio medio de 10.000 euros. Sin duda se trata de un caso excepcional, pero podría decirse que éste es el valor de la propiedad privada con la seguridad jurídica que tenemos en España.

Otro día contaré mis anécdotas preferidas, que son las de los “centros sociales okupados”, es decir, las okupaciones que se hacen por motivos puramente ideológicos y en muchos casos fomentadas por instituciones, sindicatos y partidos de izquierdas.

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